La evaluación es un proceso mediante el cual se recogen datos, se analizan y, en función de dicho análisis, se toman decisiones. Es decir, se recogen datos a partir de trabajos, preguntas, observaciones, etc. Se analizan a través de rúbricas, criterios, esquemas de calificación y se toman decisiones de tipo pedagógico (para regular el proceso de aprendizaje) mediante la evaluación formativa o de tipo social (para clasificar, seleccionar, etc.) para obtener una calificación (evaluación sumativa).

Para evaluar podemos recoger datos utilizando distintos instrumentos como trabajos, preguntas, mapas conceptuales, grabaciones, vídeos, etc. También a la hora de analizar los datos necesitamos herramientas o métodos de evaluación: criterios, rúbricas, listas, esquemas de calificación, etc. Muy unido a la evaluación formativa está la del feedback que consiste en proporcionar a los alumnos información sobre su desempeño y también indicar cómo mejorarlo.

Podemos evaluar para certificar el aprendizaje: función sumativa o para regular o ajustar el proceso de aprendizaje: función formativa/formadora. Sin embargo, y siguiendo a Ruiz Martín^[1], la evaluación también implica evocar lo aprendido y esta acción refuerza la memoria y nos hace capaces de poder evocarlo de nuevo en el futuro.  Esto no solo implica recordar información, sino también poder comprender y transferir el aprendizaje. Es un proceso de reconstrucción en el que conectamos lo que ya sabíamos con lo que aprendimos recientemente. De esta forma, el aprendizaje se convierte en un aprendizaje significativo y consolidado.