Nerviosa pero concienzudamente preparada para la ocasión, me esperaba preguntas complejas de química acerca de hidrocarburos, sobre cadenas de átomos de carbono, armazones de moléculas de forma lineal o ramificada y abiertas o cerradas, sobre su tipología según su estructura, acerca de mis conocimientos sobre alcanos, alquenos y alquinos y detalles por el estilo.

No obstante, su primera pregunta fue: "¿Tiene usted novio?". Y aunque me quedé de piedra ante la naturaleza de la cuestión, respondí que sí de inmediato. Pero la segunda pregunta fue: ¿Tiene usted intención de casarse pronto y tener hijos?", y lo cierto es que tardé unos buenos quince segundos en contestar; no porque no supiera si iba a casarme o no, sino porque, como es de suponer, me pareció que aquella entrevista era un verdadero despropósito machista.

Respondí: "Por ahora, no tengo no la más ligera idea".

El resto del cuestionario no se acercó ni de lejos a nada que tuviera que ver con el petróleo ni con la química. Era más que evidente que estaban valorando la posibilidad de, una vez concedida la beca de verano y según el resultado,contratar al candidato directamente para que pasara a formar parte de la plantilla de la empresa, y, al ser yo mujer, querían asegurarse de que no tenía previsto quedarme embarazada en breve, cosa que supondría la concesión del permiso de maternidad.

A pesar de que mi expediente académico era muy superior al del compañero de curso que se presentaba también a la beca, se la concedieron a él porque, claro, era bastante menos probable que se quedara embarazado.

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